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La agresión, la indiferencia y la autoridad

La Agresión

Se suele entender que la agresión es una conducta que surge por los hábitos o la manera de ser de aquel que es agresivo. Por lo tanto, no es una respuesta o una reacción ante un ataque previo. Se trata de la materialización de una tendencia hostil que pretende dañar al otro.

Generalmente, quienes despliegan este tipo de acto presentan una tendencia hostil y agresiva evidente y constante contra sí mismos y también muy especialmente para con el mundo que los rodea. Siempre, lo que se buscará con una agresión será provocarle un daño a aquella persona a la cual se dirige la misma. Entonces, una agresión, tradicionalmente, reúne estas tres características: intención de generar daño, provocación de daño real y una alteración del estado emocional en el caso del individuo que promueve la agresión.

En tanto, la agresión podrá ser verbal o física, aunque lo común es que una venga a colación de la otra. La verbal es muy común en el caso de aquellos individuos abusadores, por ejemplo, quien golpea a su esposa, seguramente, comienza la agresión de manera verbal, insultando o menospreciando para luego pasar a la acción con un golpe. También, la agresión verbal resulta muy común en los entrenamientos militares, ya que es muy útil a la hora de querer lograr intimidación o coacción durante las prácticas militares.

Como adulto, puede actuar agresivamente en respuesta a experiencias negativas. Por ejemplo, puedes ponerte agresivo cuando te sientes frustrado y puede estar relacionado con la depresión, la ansiedad u otras afecciones de salud mental. Diferentes condiciones de salud contribuyen a la agresión de diferentes maneras. Por ejemplo, si tiene autismo o trastorno bipolar, podría actuar agresivamente cuando se sienta frustrado o incapaz de hablar sobre sus sentimientos, si tiene un trastorno de conducta, actuará agresivamente a propósito.

La indiferencia

Es una forma de agresión psicológica. Es convertir a alguien en invisible, es anularlo emocionalmente y vetar su necesidad de conexión social para llevarlo a un limbo de auténtico vacío y sufrimiento. Dicha práctica, como ya sabemos, abunda en exceso en muchos de nuestros contextos: la vemos en escuelas, en relaciones de pareja, familia e incluso entre grupos de amigos.

Falta de comunicación, evitación, hacer el vacío de forma expresa, frialdad de trato… Podríamos dar mil ejemplos sobre cómo se lleva a cabo la práctica de la indiferencia, y sin embargo, el efecto siempre es el mismo: dolor y sufrimiento. El dolor de ese niño que, sentado en un rincón del patio, ve como es ignorado por el resto de sus compañeros. Y el sufrimiento también de esa pareja que, de un día para otro, percibe cómo su ser amado deja de mostrar la correspondencia emocional de antes.

La indiferencia genera a su vez otro tipo de dinámica desgastante, a saber, se rompe un mecanismo básico en la conciencia humana: el mecanismo de acción y reacción. Cada vez que actuamos de una cierta manera, esperamos que la otra persona reaccione en consecuencia.

Si bien a veces esta reacción no es la que esperábamos, resulta muy difícil de comprender la ausencia total de ella. La comunicación se vuelve imposible y el intento por interactuar se hace forzado y desgasta. Todo ello nos confunde y nos sume en un estado de preocupación y sufrimiento.

La Autoridad

La autoridad es la habilidad de una persona o institución para influir en otras sin que necesariamente ejerza el poder.

La autoridad es una cuestión que ha sido siempre muy discutida y sigue siéndolo hoy en día. Algunos educadores piensan que la autoridad es incompatible con la educación porque coarta la libertad del educando e impide el desarrollo de su personalidad. Sin embargo, llama poderosamente la atención comprobar cómo ante ciertas circunstancias la autoridad es reclamada e incluso exigida por esos mismos educadores. Por el contrario, otros piensan que una educación sin autoridad es impracticable. De hecho, la ausencia de autoridad lleva a algunos docentes a un doloroso fracaso profesional que, en ocasiones, termina con el abandono de la profesión.

Los miedos e inseguridades del docente.

Los miedos comunes de los profesores, especialmente de aquellos con poca experiencia, pueden agruparse en tres grandes categorías:

·        Miedos relacionados con la calidad de su trabajo.

·        Miedos relacionados con la evaluación de su competencia y su trabajo.

·        Miedos relacionados con los “usuarios” de su trabajo (alumnos, padres).

Es interesante observar que la mayoría de los miedos se pueden encontrar presentes tanto en profesores universitarios como en otros niveles educativos (primaria, secundaria, bachillerato, formación profesional, infantil); hay pocos cuya presencia dependa exclusivamente del nivel educativo que se imparte.

Una gran mayoría de los miedos irracionales tienen su origen en el mantenimiento de creencias, ideas, exigencias o pensamientos irracionales. Como dijo Epicteto: “El hombre no se perturba por causa de las cosas, sino por la interpretación que hace de ellas”. Es el significado que le damos a esa “situación temida” el que la hace temible.

Por ejemplo, no saber responder a una pregunta de un alumno puede ser interpretado de forma muy distinta; en un caso el profesor puede pensar que no está obligado a saberlo todo y que entra dentro de lo aceptable que haya algo que no sepa, y que no pasa nada por buscar la respuesta y dársela al alumno otro día. Este profesor no tendrá entre sus miedos el miedo a no saber responder, porque no le parece una situación temible ni amenazante. Sin embargo, otro profesor puede pensar que es horrible no saber responder, porque eso quiere decir que es incompetente o que no es buen profesor; si nos paramos a buscar el origen de esta interpretación, probablemente encontremos en este profesor una de las ideas irracionales más comunes en las personas de nuestra sociedad según el psicólogo Albert Ellis: “para ser considerado valioso o competente tengo que hacer bien todo o no cometer ni un error”, o “cometer un error es horrible e inaceptable y cuestiona mi valor como profesional”.

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